miércoles, 28 de febrero de 2018

DON LUIS ZAMBRANO, GENIO BAILADORENCE




Por Eduardo Planchard
Don Luis Zambrano es un fragmento de esa Venezuela creadora que no se deja vencer por los obstáculos sino que al enfrentarse a ellos saca lo mejor de sí. Con ingenio y pasión logró electrificar gran cantidad de pueblos en la zona de Los Andes, incluso, recientemente se instaló uno de sus generadores en Santa Elena de Guairén. Inventor de una tecnología apegada a la tierra, innovador con un claro sentido de las necesidades productivas del pueblo. El forma parte de esa historia no escrita que debe ser rescatada del olvido, pues ya, antes de morir, su precioso trapiche que en su tiempo sorprendió a toda Venezuela se encontraba en ruinas. 

Esa capacidad de olvido es uno de los mayores errores de nuestro país, haciéndonos vivir en la total inmediatez. Este material testimonial intenta retomar los hilos del pasado para que inspire a la generación presente.

Tardé varios años en materializar este proyecto, pero creo que ya ha madurado. Me enfrenté ante el dilema de cómo organizar las transcripciones de las largas conversaciones que tuve con Luis Zambrano, ya casi al final de su vida. Lentamente fue surgiendo la organización actual de ese material. Para Luis como para muchos representantes de la Cultura Popular, como es su caso y el de Juan Félix Sánchez, es de gran importancia las palabras que utilizamos cotidianamente, y para aclarar no apelan al diccionario sino a la reflexión sobre ellas. Las conversaciones del inventor de Bailadores giraron, en muchas ocasiones, entorno a determinadas palabras, por eso decidí dar esa estructura a su testimonio oral. Así surgió una especie de diccionario de palabras organizadas alfabéticamente, que nucleaban sus conversaciones. Los datos biográficos los organicé girando sobre determinados temas como: datos familiares, formación, trabajos, etc. Finalmente seleccioné un grupo de sus principios filosóficos y máximas. Creo que esta organización del material facilitará su lectura y la comprensión de Luis Zambrano. 

El ensayo que inicia la parte testimonial es una breve introducción a la vida y obra de Luis Zambrano.

¿Quién es don Luis Zambrano? Es uno de los máximos representantes de la tecnología Popular venezolana, inventor en cuyo hacer la técnica, la creación y el arte se conjugan. Al observador detalladamente sus máquinas parecen seres salidos de otras eras. Cuando nos aproximamos a su proceso inventivo, comprendemos cuan endebles es la línea divisora entre la técnica, la ciencia y el arte...


Un acercamiento a él nos hará comprender mejor el genio creador de nuestro pueblo. Por ello dedicamos estos ensayos a su vida y obra, como un homenaje a los venezolanos y sus capacidades creativas...

Luis Zambrano nació el 1 de mayo de 1900. Fecha más significativa no pudo ser, pues vino al mundo, a las 2 de la mañana en el día internacional del trabajador. Nació con el siglo. Desde pequeño si algo ha sabido hacer don Luis Zambrano es trabajar con creatividad y afán, sin importar los desvelos. Desde niño se prefiguró su genio y su inventiva. El, en lugar de jugar como los otros niños de la aldea de Mariño, entre Tovar y Bailadores en el estado Mérida, se dedicó a crear sus propios juguetes. 


Pasaba la mayor parte del tiempo en el patio en el trasero de la casa paterna. Entre naranjas, a las que clavaba paletitas de madera para verlas girar y gracias a las corrientes de agua que hacía chocar con sus aspas, aprendió los principios de la física. Con mecanismos que él mismo ideaba, gozaba engranando y transmitiendo movimientos a otras naranjas. Entre diversiones aprendió que mientras más pequeña era la naranja, al caer el agua sobre sus paletas, se movería con más rapidez, haciendo mayor número de giros. El aprovechaba ese movimiento para transmitirlo por medio de pequeñas correas a pequeñas máquinas producto de su invención. 

Así se familiarizó, desde tierna edad, con los engranajes, correas, y con la construcción de aros. Gracias a estos instrumentos, entre juegos pudo hacer eficientes trapiches y
molinos los cuales molía tallos de tártaro. Cuenta que, entre risa y correazos de su padre, Ramón de Jesús Zambrano, aprendió los principios básicos de la física. Gracias a ellos se transformó en un hacedor de máquinas. Con sus aptitudes volcadas en el juego, pudo solucionar problemas tecnológicos que en oportunidades parecieron a muchos ingenieros imposibles de resolver. 

En su infancia esta obsesión le preocupó mucho a su padre, quién le pidió consejo al Padre Pérez. Pero el religioso al ver a Luis jugando tan afanosamente con un pequeño trapiche, se dio cuenta de que eso era algo más que un juego y se lo dijo a don Ramón: "Ese niño se prepara para el futuro". Y estaba en lo cierto. Desde ese momento pudo dar rienda suelta a su genio creativo. En 1910 su padre contrata a un maestro para que le de clases en su casa, junto a sus hermanos y a otros niños de los alrededores. Luego, entra a la escuela y cursa hasta cuarto grado. Aprendió las cuatro operaciones aritméticas y supo por primera vez de la electricidad. Nació, así, otro de sus delirios o "quijotadas", como él llama a sus aventuras de crear luz. A mediados de 1920, inicio su relación con la chatarra utilizando los restos de un carro que chocó por la carretera de Tovar. La batería y el generador del vehículo habían quedado intactos. Estos componentes los adaptó a una turbina movida por agua y generó luz. Ese fue el comienzo...

Uno de los puntos claves de la creación de don Luis Zambrano es la palabra Chatarra, la cual considera debe ser eliminada del diccionario. "La palabra chatarra y la palabra política, yo las quitaría del diccionario. Porque la palabra política es útil a los puros políticos y la palabra chatarra no existe porque no hay chatarra, lo que hay negligencia".

Por ello sus máquinas están integradas por desechos de carros, camiones, ferrocarriles, entre otros. Así, cada creación tiene su propia historia, lo que don Luis cuenta con gran cariño.

A finales de los 80 trabajó en un complejo de máquinas integradas que tiene varias funciones industriales. Al verlas cuidadosamente no sabemos, con certeza, cual es la separación entre la técnica y el arte en sus creaciones, pues en su esencia la geometría y las formas se integran armónicamente. Desde su infancia, tomó la manía de recolectar desechos para volver a hacerlos útiles. Con gracia, dice que muchos han ido a comprarle hierros viejos, como chatarra o basura, para fundirlos y se han llevado un fiasco ante su negativa.  Una de las lecturas que más le impactó de niño fue Julio Verne. De él dice haber aprendido máximas que le han servido durante toda su vida, y una de ella es "no creer en los imposibles". Con emoción afirma que no considera las obras de Julio Verne son sólo para niños. ¡Cuán cerca está don Luis de las motivaciones de ese creador del género de la ciencia y de la ficción! El dice que de haber creído en imposibles nunca hubiera hecho nada. Cuando hablaba de hacer un trapiche lo que también genera luz, la gente lo veía como a un loco.

Fue un autodidacta. Su aprendizaje, como inventor y tecnólogos, fue largo. Debió conocer las limitaciones de los materiales y darle las formas adecuadas. De niño y adolescente, debió ayudar a su padre a cultivar. Ayuntó bestias, recolectó la cosecha y, así, surgió su idea de la necesidad de crear máquinas simples que aligeren el pesado trabajo del campo. Aproximadamente, hacia 1920 fue carpintero y comenzó a hacer cajas para muertos. Pero tuvo que abandonar este trabajo porque los muertos son malos fiadores y nunca le pagaron. El padre de su difunta esposa Elia Morales, le enseñó las herrerías. Aprendió de él a dar forma al candente metal. Gracias a ello comenzó a trabajar, por un tiempo, haciendo herraduras. Labor que también debió abandonar por dejarle muy pocas ganancias. Cada herradura terminada y colocada costaba tres bolívares. Con ese conocimiento comenzó por todos los alrededores arreglar trapiches y a hacer picos y palas para la construcción de la carretera Trasandina.

Todavía en tiempos de Gómez, a quién considera el mejor gobernante de Venezuela, por haberla pacificado y no permitir a nadie quitar un palmo de nuestro territorio nacional, comienza a construir armas y por poco va preso. Hizo una escopeta de 9 disparos de calibre 44, que solo usaba para practicar el tiro, pero cuando las autoridades los supieron se la quitaron y lo llevaron a prisión, pues estaba terminantemente prohibida la tenencia de armas y más aún su construcción. De esa se salvó porque su padre intervino, y le hizo destruir el arma ante las autoridades. También construyó revólveres y otras armas.

En 1930 se casó y comenzó a hacer trapiches y a dotar de luz, a los lugares más recónditos de las poblaciones andinas. Algunos, aún hoy en día después de 58 años, siguen funcionando con turbinas movidas por agua. En esa época tiene contacto con los libros espiritistas, que más adelante quemará su esposa. A la muerte de su padre comienza la reconstrucción del trapiche de su familia, maravilla tecnológica que asombró al país y que hoy es solo ruinas.

En los años 1939 y 1942 va a trabajar a la carretera de Pregonero, para aprender a manejar y usar las máquinas y conocer su mecánica. Empieza como chofer y termina como jefe de mecánicos. Siempre con gran humildad, llegó a resolver problemas que estuvieron a punto de paralizar la obra, pues debido a la segunda guerra mundial, las partes de las máquinas dejaron de llegar. Así, comenzó a reparar lo que en otros tiempos hubiera desechado, hizo piezas y se ganó la estima de todos. 

De ahí en adelante comenzó su etapa de inventor: construyó peleadoras de zanahorias, de fresas, clasificadoras de ajo, moledoras de café..., y su motor Turbo-Zam. Este sólo tiene 25 piezas, a diferencia de las mil y pico de los motores convencionales. Nunca lo pudo terminar por falta de apoyo constante. Sobre ese motor se han hecho varias tesis de ingenieros y de técnicos superiores. En 1983, la Universidad de Los Andes lo honra con un Doctorado Honoris Causa, el cual recibe entre lágrimas y alegría.

La tragedia ha tocado su vida muchas veces. Hace varios años, cambiando una correa perdió parte de un brazo. En otra ocasión le cayó un motor de 120 kilos en un pie. Pero nunca ha dejado que la inactividad lo domine, siempre haciendo. Sus últimos años los pasó postrado en una silla.. Sobre ello nos dijo: "Esa ley de gravedad todos los días sobre mí, me impide caminar".


Creemos fervientemente que hoy Venezuela, en su actual situación, debe prestar más atención a todas sus fuentes de creación y don Luis Zambrano es uno de sus paradigmas.


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