LA CONFORMACIÓN DE LA ÉTICA EN LA INFANCIA A TRAVÉS DE LA UTILIZACIÓN DEL LENGUAJE PRAGMÁTICO
Disponible en: http://www.proceedings.scielo.br/scielo.php?pid=MSC0000000032010000100035&script=sci_arttext
On-line ISBN 978-85-60944-35-4
An 8 Col. LEPSI IP/FE-USP 2011
El cuento de Pinocho: la conformación de la ética en la infancia a través de la utilización del lenguaje pragmático
Liliana Naveira; Susana La Rocca; Alicia Cambiasso
Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina. Grupo de Investigación ELE: Ética, lenguaje y epistemología. Red INFEIES
RESUMEN
El
pensamiento filosófico y la modalidad narrativa configuran
tradiciones de pensamiento, que al transmitir los presupuestos ontológicos, epistemológicos y axiológicos de la época conforman redes teóricas y simbólicas desde donde es posible tener un saber sobre la infancia.
En ciertas corrientes mecanicistas los cuerpos pueden ser explicados en términos de materia en movimiento, mientras que la mente, en tanto res cogitans a la que se accede por intuición, no sólo escapa a la explicación mecanicista sino que la posibilita. Mientras los cuerpos son pura extensión bajo el imperio de las leyes mecanicistas, las mentes son pensamiento consciente, libre e intencional. En este sentido, el cuento de Pinocho conjuga algunos aspectos de esta tradición mecanicista pero anuncia también el giro lingüístico- pragmático que se genera posteriormente.
En el libro original, la frase del comienzo: " C'era una volta un pezzo di legno" convierte a la res extensa de la madera en Pinocho, un muñeco sin vida, en un niño, gracias al lenguaje. Y desde ese uso del lenguaje, que comienza mostrando un primer proceso a través de la narración, vemos desplegarse no sólo los usos primarios de la comunicación, desde los aspectos morfológico-sintácticos y semánticos, sino toda una escala ponderada de cuestiones éticas insertas en la dimensión pragmática.
Carlo Collodi piensa en toscano el nombre de su personaje Pinocchio que quiere decir piñón, es decir una "cosa de nada." (Balastro 2000) y esa expresión destina una noción de infancia no sólo depreciada sino también escindida, en una tradición que en su intento de explicar racionalmente el mundo, deja afuera parte de ese mundo. Entendido de este modo, el proceso narrativo pasa de lo cuasimágico a cubrir primero el manejo de la atención conjunta (Bruner 1997) que demanda de lo dialógico y luego trasciende la esfera valorativa y las cuestiones éticas de la infancia, gracias a la interacción lúdica del cuento maravilloso infantil.
En ciertas corrientes mecanicistas los cuerpos pueden ser explicados en términos de materia en movimiento, mientras que la mente, en tanto res cogitans a la que se accede por intuición, no sólo escapa a la explicación mecanicista sino que la posibilita. Mientras los cuerpos son pura extensión bajo el imperio de las leyes mecanicistas, las mentes son pensamiento consciente, libre e intencional. En este sentido, el cuento de Pinocho conjuga algunos aspectos de esta tradición mecanicista pero anuncia también el giro lingüístico- pragmático que se genera posteriormente.
En el libro original, la frase del comienzo: " C'era una volta un pezzo di legno" convierte a la res extensa de la madera en Pinocho, un muñeco sin vida, en un niño, gracias al lenguaje. Y desde ese uso del lenguaje, que comienza mostrando un primer proceso a través de la narración, vemos desplegarse no sólo los usos primarios de la comunicación, desde los aspectos morfológico-sintácticos y semánticos, sino toda una escala ponderada de cuestiones éticas insertas en la dimensión pragmática.
Carlo Collodi piensa en toscano el nombre de su personaje Pinocchio que quiere decir piñón, es decir una "cosa de nada." (Balastro 2000) y esa expresión destina una noción de infancia no sólo depreciada sino también escindida, en una tradición que en su intento de explicar racionalmente el mundo, deja afuera parte de ese mundo. Entendido de este modo, el proceso narrativo pasa de lo cuasimágico a cubrir primero el manejo de la atención conjunta (Bruner 1997) que demanda de lo dialógico y luego trasciende la esfera valorativa y las cuestiones éticas de la infancia, gracias a la interacción lúdica del cuento maravilloso infantil.
El
pensamiento filosófico y la modalidad narrativa configuran
tradiciones de pensamiento, que al transmitir los presupuestos ontológicos, epistemológicos y axiológicos de la época conforman redes teóricas y simbólicas desde donde es posible tener un saber sobre la infancia.
En
ciertas corrientes mecanicistas los cuerpos pueden ser explicados en
términos de materia en movimiento, mientras que la mente, en tanto
res cogitans a la que se accede por intuición, no sólo escapa a la
explicación mecanicista sino que la posibilita. Mientras los cuerpos
son pura extensión bajo el imperio de las leyes mecanicistas, las
mentes son pensamiento consciente, libre e intencional. En este
sentido, el cuento de Pinocho conjuga algunos aspectos de esta
tradición mecanicista pero anuncia también el giro lingüístico-
pragmático que se genera posteriormente.
En el libro original, la frase del comienzo: " C'era una volta un pezzo di legno" convierte
a la res extensa de la madera en Pinocho, un muñeco sin vida, en un
niño, gracias al lenguaje. Y desde ese uso del lenguaje, que comienza
mostrando un primer proceso a través de la narración, vemos
desplegarse no sólo los usos primarios de la comunicación, desde los
aspectos morfológico-sintácticos y semánticos, sino toda una escala
ponderada de cuestiones éticas insertas en la dimensión pragmática.
Carlo Collodi piensa en toscano el nombre de su personaje Pinocchio que quiere decir piñón, es decir una "cosa de nada."
(Pacheco de Balbastro, G. 2000) y esa expresión destina una noción
de infancia no sólo depreciada sino también escindida, en una
tradición que en su intento de explicar racionalmente el mundo, deja
afuera parte de ese mundo. Entendido de este modo, el proceso
narrativo pasa de lo cuasimágico a cubrir primero el manejo de la
atención conjunta (Bruner 1997) que demanda la atención de los
aspectos dialógicas del lenguaje y luego trasciende la esfera
valorativa y las cuestiones éticas de la infancia, gracias a la
interacción lúdica del cuento maravilloso infantil.
I. La modalidad narrativa
La
naturaleza propia de los mitos, leyendas y cuentos fantásticos que
no se someten a la estricta y racional reflexión filosófica, aunque
son subsidarios de ella, los convierten en discursos altamente
simbólicos que transitan escenarios populares, trasmitiendo
acríticamente un pensar que instituye y es instituido.
Las
representaciones sobre el mundo escapan a casi todo canon y se
resisten a los permanentes procesos de generalización. La fantasía
encarnada en los mitos, cuentos y leyendas, vehiculiza la expresión
de lo que falta, de lo reprimido, de lo no encuadrado, y es otra
dimensión de análisis para leer aquello que llamamos realidad.
Bruner,
entre otros, ha llamado la atención acerca de la necesidad analizar
los procesos por los cuales los organismos adquieren conocimiento
puesto que considera que:
1.N o hay naturaleza humana independiente de la cultura o, dicho de otra manera, no hay en un sentido fuerte naturaleza humana .
2.Los fenómenos psicológicos también son afectados por la cultura. Esto no significa aceptar un relativismo cultural insuperable, ya que los significados en los que se expresan, en la medida en que pueden ser compartidos y públicos, pueden ser elevados al nivel intersubjetivo, que es un nivel de objetividad.
3.El llamado punto de vista de ninguna parte de Nagel , es el fiel reflejo de la influencia de la cultura, que da cuenta de cómo conocemos y de qué manera valoramos ese conocimiento (Bruner, 1990 p.30).
El
reconocimiento del papel de la cultura en la construcción de
significados remite a la consideración de los procesos históricos en
los cuales se realiza dicha acción. La incorporación de la historia
como elemento de análisis demanda la necesidad de contar, además de
un sistema conceptual, con un sistema narrativo. El sujeto, desde
esta perspectiva, si pretende dar cuenta de la realidad mediada por
la cultura y el lenguaje, debe incorporar la narrativa como un nuevo
esquema explicativo que contribuya a la posibilidad de ampliar ese
campo.
"El
conocimiento funciona en los seres vivos como un sistema de reglas
que permite relacionar experiencias entre sí y actuar autónomamente
en relación a ciertos fines y en determinadas circunstancias. Pero la
tensión que surge entre las creencias que hemos aceptado
culturalmente y las dudas que surgen en relación a su permanencia
desencadenan la indagación para establecer nuevas creencias que
atenúen la duda" (Samaja, 2000, 131). Según Bruner, reconocer
el papel constitutivo de la cultura implica también aceptar la
existencia de valores compartidos y la posibilidad de modificarlos;
su identificación permite explorar la perspectiva desde la que
sostenemos una cosmovisión del mundo; esto no es igual al "todo vale"
y nos introduce en el campo de la filosofía, propiamente, en el
terreno de la ética.
Si
se acepta que cada individuo experimenta su vida como una historia
donde es posible concebirse como una unidad compleja, en la que el
sistema cognitivo es también experiencia de la subjetividad expresada
narrativamente en el lenguaje, se comprende por qué la narrativa se
ha constituido en uno de los temas de mayor interés de la psicología
contemporánea. Ella permite analizar la forma en que la experiencia
humana determina la visión del mundo que, por supuesto, incluye al
mundo propio y posibilita descubrir que la estructura del sentido
común se construye sobre la base de sistemas culturales aceptados como
correctos, a tal punto que se nos presentan como pertenecientes al
reino de lo natural.
El
cuento de Pinocho da cuenta de cómo un pedazo de madera se convierte
en un leño que habla. Gracias a Gepetto y a los significados que
construye en relación a los otros, sus acciones devienen éticas. Allí
es entonces un niño.
II. El giro lingüístico- pragmático
Umberto
Eco ha reconocido las relacionesque se evidencian el espacio
semiótico y su conexión con los aspectos culturales. Considera que el
campo semiótico contiene comportamientos comunicacionales que
requieren y refieren a múltiples sistemas de significación y que, si
bien existen diferencias notorias entre la semiótica de la
comunicación y la llamada semiótica de la significación, es
importante considerar que la primera requiere de la segunda pero no
se agota en ella. Ambos dominios exigen estrategias metodológicas y
categorías de análisis diferentes, pero se ligan a través de los
procesos culturales en los que surgen y remiten a un amplísimo
dominio de intereses que, en palabras de Eco convierten a la semiótica
en una disciplina de ambiciones imperialistas insoportables (Eco, 1981
p.41).
Eco
trata de establecer los límites del campo semiótico y para ello se
vale del análisis de las definiciones de semiótica dadas por Saussure
y Peirce. El primero considera que el signo constituye una entidad
de dos caras (significado y significante) que se relacionan mediante
reglas. Podría parecer, en este punto, que existiese una reducción de
la semiosis a los procesos de significación, pero el mismo Saussure
se encarga de aclarar que el hecho del significado siempre refiere la
actividad de los individuos en la sociedad y, por lo tanto, requiere
necesariamente de estrategias comunicativas.
Peirce
amplia el ámbito de la semiótica aceptando que entiende por semiosis
una cooperación de tres sujetos (no necesariamente humanos, sino más
bien entidades semióticas abstractas): el signo, su objeto y su
interpretante, que no requieren obligatoriamente intencionalidad, ni
tampoco artificialidad. Peirce no reduce la semiótica a una teoría de
los actos de comunicación y esto le permite aceptar como signos
otros comportamientos mediante los cuales es posible inferir algo
sobre la situación del emisor, aunque este no sea consciente de que
está emitiendo señales. Apoyando esta ampliación del campo de la
semiótica Eco cita a Morris (1938), quien afirma que la semiótica se
ocupa no de algún objeto particular, sino de todos los objetos
comunes, en la medida en que estos participan en la semiosis. El
destinatario humano es la garantía metodológica y no empírica de la
existencia de la significación, pero no lo es de "la naturaleza de
signo de un supuesto signo" (Eco, 1981 pp. 46-47). Los llamados
signos naturales y los signos no intencionales pueden ser objeto de
atención semiótica si hay una decisión por parte del destinatario
imbuido en una cultura, o por parte del emisor para estimular la
decisión de entender dichos comportamientos como signos.
Los
límites naturales del umbral inferior del territorio semiótico, los
estímulos, las señales, y las teorías informacionales que dan cuenta
de la información biológica (como por ejemplo la genética y
neurofisiológica), deben ser incluidos en el discurso semiótico,
porque este obtiene de ellos instrumentos valiosos para el análisis.
También los límites naturales del nivel superior determinados por el
fenómeno cultural deben ser tenidos en cuenta, ya que por un lado la
cultura sólo manifiesta sus mecanismos fundamentales a través del
proceso semiótico, aunque no se reduzca a él y, por otro lado, todo
fenómeno cultural tiene una función significante. Los límites
epistemológicos intervienen para que el objeto de la semiótica sea "parecido a un cristal o a una red móvil e intrincada de competencias transitorias y parciales (Eco, 1981 p.67).
Si
se acepta con Eco que la investigación semiótica y, por extensión,
toda investigación, está regida por una especie de principio de
indeterminación resultante de aceptar que el universo del hablar, del
significar y del comunicar está contextualizado, también aceptaremos
que este constituye el límite epistemológico más importante. Tanto
en el campo de conocimiento del sentido común como en el científico
las motivaciones que lo guían deben ser explicitadas para posibilitar
la interpretación crítica de todos los fenómenos y, de manera
especial, los semióticos.
De
la propuesta de Eco se infiere que en todo proceso semiótico deben
rescatarse relaciones entre la información, la significación y la
comunicación. Para ello es necesario tener en cuenta que el
término/información significa:
a)una propiedad estadística de la fuente que designa la cantidad de información que se transmite.
b)una selección de la información que se ha trasmitido y recibido efectivamente y que hace referencia a los procesos comunicativos acotados culturalmente.
Las
múltiples combinaciones que se producen entre a y b remiten
generalmente a la consideración de que la significación interviene en
la vida cultural y viceversa. La propuesta de Umberto Eco permite
detectar, en todo proceso semiótico, un resto de indeterminación que
debe ser tenido en cuenta a la hora de defender las afirmaciones
realizadas en nombre de una postura "objetiva", científica o no, y en
ese campo la libertad debe ejercerse desde valoraciones que muchísimas
veces son éticas y que no pueden no ser consideradas
Desde
una tradición mecanicista basada en la regularidad de las leyes,
la fijeza de la naturaleza y la previsibilidad de los fenómenos puede
explicarse a Pinocho marioneta, muñeco de madera, objeto, pero jamás
"leño que habla".
III. Cuestiones éticas insertas en la dimensión pragmática
Kart
Otto Apel fundamenta a la filosofía y a la ética desde el paradigma
de la comunicación, que también refiere al otro. Considera que hablar
sobre el mundo es fundamentalmente hablar para decirle algo a
alguien y entrar en relación con él. Ambos niveles, el de la
semántica y el de la pragmática, son distinguibles e irreducibles a
una unidad y no pueden someterse sin más a una legislación única que
englobe a todos los sentidos y a todos los sentires. El lenguaje
tiene una dimensión dativa irreducible, que nunca podrá comprenderse
desde un análisis de lo meramente dicho. La pragmática, que remite a
la vincularidad con el otro, abre lo dicho al campo de la
intersubjetividad, propia de toda comunicación lingüísticamente
mediada.
Desde
esta perspectiva, Apel reformula el concepto de autonomía que había
sido entendido como el derecho de las personas de optar por sus
propios intereses sin restricción ni coerción. La autonomía apeliana
es definida como la capacidad del sujeto moral de elegir, e
autoimponerse aquellos intereses universalizables consensuados entre
todos los que participan de una práctica. La autonomía se vuelve
comunicativa y exige la consideración de los otros sujetos autónomos
con los que interactuamos. Es autónomo aquel que manifiesta sus
propios intereses (paciente, trabajador de la salud, institución-es),
pero los hace posibles sólo en complementariedad con los intereses del
otro.
El
paradigma de la comunicación requiere al otro como el elemento
esencial que posibilita el diálogo en el que están presentes el yo y
el otro para fundar el nosotros. La autonomía no es simplemente el
respeto a las decisiones individuales, sino el respeto a las
decisiones mediadas argumentativamente. Éstas deben ser tomadas en el
contexto de un diálogo válido que demanda ponerse en el lugar del
otro, respetando las diferencias, sin hacerlas pesar desde los
lugares de poder, aceptando que es posible lograr consensos entre
todos los involucrados, o al menos sentar las bases para que esto
suceda.
Todo
discurso práctico, que es el ámbito en el que se desarrollan las
acciones humanas, debe garantizar no sólo la representatividad de
todos los afectados por las consecuencias de lo que allí se decida,
sino también la simetría de las partes en conflicto. Esta tarea se
desarrolla cuando los discursos prácticos han sido
institucionalizados y permiten la tematización y compensación de las
diferencias.
Esta propuesta sitúa a la ética como eje transversal que:
•Sostiene y comunica el ámbito personal y el organizacional, en que se incluye el equipo de salud,
•Defiende la imposibilidad de escindir las prácticas sociales de la reflexión ética,
•Exige la necesidad de institucionalizar discursos prácticos que posibiliten esa reflexión.
IV. Pinocchio, de "cosa de nada" a protagonista del giro pragmático gracias al lenguaje.
Hasta
aquí, el marco teórico básico del que parte el fundamento de la
conformación de la ética. A continuación, veremos cómo se plasma
dicho marco a través de la utilización del lenguaje pragmático.
Como
se mencionó, Bruner postula que el juego infantil ofrece un marco de
referencia donde madre y niño pueden crear las estructuras
transaccionales de interacción conjunta, por cuanto la situación de
juego posee un sorprendente grado de orden y sistematicidad. La
observación de la conducta en los primeros juegos permite inferir que
el niño se adapta rápidamente a hacer mucho a partir de muy poco,
por medio de la combinación.
Los
primeros juegos de intercambio, como el del cuco, proporcionan un
andamiaje altamente restringido donde se combinan elementos para
extraer significados e inferir intenciones. Todas ellas son
situaciones comunicativas de interacción, en que el proceso se ve
facilitado por la interacción lúdica.
En
estos intercambios, los procedimientos de elección y adopción de
roles presentes en el formato del juego, son esenciales para que el
niño logre codificar los aspectos semánticos, apreciar el contexto
interpersonal en el cual se da la interacción, negociar el uso de
interrogaciones y demandas adecuadas, y clasificar elementos por
campos semánticos comunes.
Tanto
en la función nominativa primero, cuanto en la elaboración de
relaciones semánticas después, el formato parece utilizarse para
circunscribir el campo de referencia. Se advierten en la muestra
intentos de codificación para:
- repetir información
- corregir a otros
- precisar atributos
- expresar el todo y las partes de un contexto dado
- jugar con rasgos de estilo
En
todos los casos, el objetivo es indicar que hay una forma canónica
de negociar la referencia, y eliminar la ambigüedad. Así, en un
contexto de juego, se indican las reglas de interacción y pertenencia
entre pares.
Todo
juego implica una situación de interacción: en ese contexto se
ofrece un marco de negociación amplio e imaginativo, donde
operaciones tales como la nominación, repetición, intercambio de
objetos y personajes permitirán trascender el formato predecible para
elaborar operaciones más complejas y adquirir un repertorio de
estrategias que pueden aplicarse a diversas situaciones, desprenderse
del código lingüístico contextual propio del juego y desarrollar la
habilidad humana para construir representaciones.
Si
a ello le agregamos la situación narrativa, a la elaboración de
estructuras de complejización lógico- semántica se suma la estructura
de meta, es decir, la posibilidad de inferir intenciones y de contar
con los medios apropiados para comunicarlas.
Así,
a través de estos mecanismos, de estructura cada vez más creciente,
el niño consigue un manejo efectivo de la función referencial,
primero en relación con los formatos cotidianos para pasar después a
la negociación conjunta con adultos y pares a través del lenguaje, de
una función tan compleja como es la de verbalizar el mundo que nos
rodea, y nuestro propio universo interior.
En
un segundo momento, comienza a referir desde el contexto del juego
el mundo, y lo hace desde el punto de vista psicosocial, es decir, la
necesidad del ser humano de intercomunicarse es captada y elevada a
rango científico y de dominio-transmisión de mensajes por la
comunicación, su dimensión pragmática.
Atento
a este contenido, durante los años 2004 a 2009, se desarrolló en el
grupo de Psicolingüística y aprendizaje de la Universidad Nacional de
Mar del Plata un screening para abordar interdisciplinariamente el
discurso de niños con el fin de contribuir a la identificación de
características lingüístico – pragmáticas. La base de esta inspección
de los niveles lingüístico-semántico-pragmáticos la constituyó el
pedido de narración de parte del niño de un cuento maravilloso
infantil (en ese caso, el de Caperucita Roja) con el propósito de
replicar las condiciones de interacción propuestas por Bruner, y
además, con el objetivo de adentrar a los niños en las cuestiones del
nivel semántico relacional del lenguaje (palabras abstractas,
categorización de términos, dobles sentidos, chistes, ironía,
polisemia, etc.) y, sobre todo, la cuestión pragmática, es decir, los
efectos esperados y buscados de los enunciados sobre el
interlocutor, y medios específicos utilizados para tal fin. Son
cuestiones inherentes al nivel pragmático la toma de turnos, la
actualización de relato, la adecuación al discurso del otro, la
intención de persuasión. Alcanzamos así la articulación funcional del
lenguaje (Rondal, Serón, 1988).
Para
este trabajo, proponemos incorporar el cuento de Pinocho, por cuanto
trasciende la narratividad para incorporar las cuestiones éticas.
Blas Matamoro nos dice, respecto del cuento de Pinocho:
"Pinocho
nos lleva al mundo de la formación y las iniciaciones. La historia
de Pinocho es una aventura iniciática, en la cual el héroe infantil
es sometido a una serie de pruebas que ocurren fuera de su casa hasta
que aprende un código moral que le permite distinguir a sus padres y
a identificar la ley. Entonces se convierte en un joven «normal»,
perfectamente socializado" (Matamoro 2009, p: 45).
Si
hemos de referirnos al modo en que narratividad y contenido aludido
se retroalimentan en el relato, debemos contemplar en Pinocho los
siguientes aspectos:
1) La cuestión de la paternidad y la creación-recreación: El
elemento anómalo, en Pinocho, es que no resulta de la unión
biológica padre-madre, sino que se trata de un muñeco tallado por un
ebanista. Está hecho de madera, de materia, y simbolizado por la
madera que habla. La madre se perfila en el Hada, que interviene para
protegerlo en momentos críticos y se le aparece en sueños para
agradecerle su asistencia durante una enfermedad. Al despertar,
Pinocho se ha convertido en un adolescente de carne y hueso.
2)
La creación a partir de la nominación o la palabra: El mito de
Pinocho se asocia con algunas herencias épicas (Pigmalión o los
personajes de El Golem, en Borges). En la leyenda judía del gólem, un
muñeco de barro es animado cuando se introduce en su boca un papel
con la palabra Shem. El lenguaje sirve entonces para animar y
autonomizar a una forma humana meramente mecánica. Pero situado en la
segunda mitad del siglo XIX, Pinocho pertenece a otra crisis de la
épica. Pinocho es un nuevo modelo humano que surge de la invención
del hombre mismo, escapando a la legalidad
3)
La entrada en la cultura a través del aprendizaje de la lengua
escrita: Manguel hace referencia al rito de iniciación de este
personaje, y su entrada al mundo gracias a "civilizarnos a través del lento y difícil arte de la lectura". Y dice:
"...creo que Las aventuras de Pinocho
me encantaron porque son las aventuras de un aprendizaje. La saga de
la marioneta es la que corresponde a la educación de un ciudadano,
la antigua paradoja de alguien que quiere formar parte de la sociedad
humana al tiempo que trata de averiguar quién es realmente, no como
aparece a los ojos de los demás sino a los suyos propios" (Manguel
2003,p.:60)
4)
La incorporación de los conceptos éticos a través del resultado
positivo o negativo de las aventuras por las que transita: Es
llevado engañosamente al país de Cucaña, donde se vive sin trabajar;
es sometido a una palingenesia, muerte aparente que divide su
existencia en dos (episodio de los bandidos, que lo cuelgan de la
horca); la serpiente lo somete a la prueba del miedo y el cepo, a la
del dolor; convertido en burro, es vendido y maltratado. Recibe el
contenido de las enseñanzas del universo de su cultura (no mentir,
cumplir con la obligación de ir a la escuela, ganar el sustento con
el trabajo honrado, despreciar la injusticia). Para ello, se lo somete a
pruebas negativas: el hambre, la arbitrariedad, el sufrimiento, etc.
Así, el principio de realidad triunfa sobre el principio del placer
(el país de los juguetes, la feria de los títeres, Jauja, etc.). 5)
Además de los poderosos formatos épico-narrativos presentes en el
cuento (el exilio iniciático de pasar de animal, monstruo o títere a
ser semihumano dotado de lenguaje; el episodio iniciático, de regreso
al útero y renacimiento; la iniciación que ocurre en sueños),
gracias al desarrollo de las instancias de aprendizaje que incorporan el
giro lingüístico y el pragmático, Pinocho consigue hacer suyos
los parámetros de una sociedad en que "...se muestra como un ser
responsable (...) es el campo de entrenamiento donde uno se convierte
en alguien capaz de devolverle a la sociedad sus cuidados y
atenciones. Así es como lo resume el propio Pinocho: "Hoy mismo
quiero aprender a leer; mañana, a escribir, y pasado, las cuentas. En
cuanto sepa todo esto ganaré mucho dinero y con lo primero que tenga
le compraré a mi papaíto una buena chaqueta de paño. ¿Qué digo de
paño? ¡No; ha de ser una chaqueta toda bordada de oro y plata, con
botones de brillantes! ¡Bien se lo merece el pobre! ¡Es muy bueno!"
(Manguel, 2003, p.62)
Conclusión
El
cuento de Pinocho puede leerse entonces, en referencia al marco
teórico enunciado al comienzo, como el proceso mediante el cual una
simple marioneta deviene en niño.
El
ideal de niñez, asociado a la idea de un constructor capaz de
producir simplemente un títere marioneta, se convierte en el cuento
de Pinocho en un fenómeno de independencia capaz de generar otra
cosa: un niño libre. En ese sentido, el lenguaje media esa
transformación y posibilita el acceso al mundo de los valores en el
que se actúa la ética.
En
tanto Pinocho pasa de ser leño-madera a leño que habla es capaz de
aceptar y trasgredir normas morales que son generadas con
independencia de las regularidades del mundo físico. El proceso
narrativo del cuento permite visualizar la transformación del
personaje del cuento, trascendiendo la perspectiva reduccionista del
mundo, del hombre y de la infancia que responde una tradición pre –
lingüística, atomista y mecanicista del mundo
Pinocho
marioneta, se transforma en niño, en el marco de una tradición
lingüística- pragmática que demanda a lo dialógico y permite por ello
acceder a la esfera valorativa y a las cuestiones éticas de la
infancia.
El
nombre de Pinocchio, cosita de nada, destina una noción de
restringida infancia que, gracias a la interacción lúdica del
maravilloso cuento infantil, puede ser superada.
BORGES, J.L. (1974) "El Golem", Obras Completas. Buenos Aires: Emecé.
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