lunes, 16 de marzo de 2015

EL BULLYING, ¿QUÉ ES EN REALIDAD?




  Por: Alexandra Petrovic J.      
 El maltrato y abuso escolar no son una realidad nueva, sin embargo, siempre fueron vistos como algo normal a pesar de las marcas emocionales que dejaron en los adultos de hoy, haciéndolos temerosos, inseguros, intolerantes y con dificultad para relacionarse con otras personas todo a causa de esa manera de diversión a costa de los demás, que bien vale la pena revisar y que de un tiempo para acá se le ha puesto en la mira y ha sido objeto de estudio de la psicopedagogía arrojando resultados sorprendentes, pues es más común y dañino de lo que se había pensado.
Las sociedades actuales parecen haber asumido como común las explosiones de violencia, la burla hacia los demás, el maltrato familiar e incluso la muerte trágica del ser humano a manos de otro, los medios de comunicación en parte han dado rienda suelta promoviendo muchas de estas formas de terror haciéndose tan habituales que ya es cotidiano tomar el periódico y ver en primera plana la fotografía morbosa de una víctima de la violencia delincuencial del tamaño de la página completa y a todo color con titulares como “Lo mataron por choro” o “Le cobraron la cuenta”, esta realidad social ha invadido los recintos escolares con tanta fuerza que el tema del bullying ha pasado a estar de moda, por lo que se pretenderá aclarar a lo largo de este ensayo el concepto de bullying, así como algunas de sus implicaciones sociales a fin de concientizar a la comunidad escolar de la presencia silenciosa y latente de esta problemática.
       Algunos tienden a separar el concepto de “Bullying” del de “Acoso escolar” o “Matonaje”, sin embargo, en esencia son lo mismo. La expresión bullying proviene del vocablo anglosajón bully que significa peleón o el que mantiene conductas intimidantes y amenazantes que pueden basarse en el irrespeto e intolerancia a la diversidad racial, social, religiosa y de pensamiento.
       Alberto Trautmann (Trautmann, 2008) [1], pediatra del Hospital Militar de Santiago de Chile,  define el bullying como “…un comportamiento agresivo que implica tres aspectos: desbalance de poder… directo, indirecto o relacional… mediante la exclusión social…(y) el cyberbullying… que se hace bajo anonimato por internet…”, como se ve, el acoso tiene varias implicaciones y ataca desde múltiples ángulos, es una expresión de violencia con mucho poder que podría llamarse hostigamiento, maltrato o acoso, incluso en un lenguaje muy venezolano “chalequeo”, pero que finalmente persigue al más débil, como sigue diciendo Trautmann, “escogido y no al azar” con toda la intención de causarle daño bien sea físico o emocional, siendo  generalmente ambos, pues emplea la intimidación, la humillación, los gestos, esparcir rumores, hacer ciertos comentarios, ocultamiento de objetos, publicar fotografías y videos burlescos, intimidatorios y ofensivos, e incluso hacer que terceros, los espectadores que en un comienzo no eran parte de la situación, se unan a su juego, casi siempre la victima está expuesta a estos maltratos durante largos períodos de tiempo lo que suscita en muchas ocasiones rebeldía, bajo rendimiento escolar, disminución del autoestima, estados de ansiedad, cuadros depresivos, estrés postraumático, ausentismo escolar, trastornos graves de la personalidad, e incluso el suicidio.
       Habitualmente, el bullying no es fácilmente detectable porque se toma como algo inofensivo, como cosas de muchachos con sus juegos y bromas, pues se suele decir que en las escuelas y liceos no existe realmente acoso escolar o maltrato sino un simple chalequeo (Misle & Pereira, 2010)[2] y que no causa un real daño, se está acostumbrado a abordar como bullying solo a aquellos casos que implican acoso sexual o maltrato físico grave y reiterado olvidando que la violencia es violencia sea como sea que ésta se presente mientras que la xenofobia, la incitación al odio y la apología del terror a grupos minoritarios como los pertenecientes a una religión en particular, condición socioeconómica, o inclinación sexual siguen siendo ignoradas. Para la Profesora Miriam [3]Abramovay (Marin Gonzalez, 2015), vice coordinadora del observatorio sobre violencia en las escuelas de Brasil, la idea de que la escuela debería ser un lugar que proporcione seguridad no es del todo cierta, el fenómeno del acoso se caracteriza por la presencia de un dominado y un dominante, uno ejerce poder y el otro se somete, este escenario está latente en cada Institución Educativa del planeta y Venezuela no escapa de ella.
       Los términos agresividad y violencia se utilizan comúnmente cómo sinónimos, sin embargo desde el punto de vista científico la agresividad se refiere a las tendencias impulsivas entre pares derivadas de sentimientos de frustración o insatisfacción, mientras que violencia se usa para designar a una conducta que dirige a esas tendencias impulsivas, es decir, que la agresividad puede ser un acto, un impulso entre las dos partes involucradas pero la violencia es aquella que dirige una serie de estos actos, no uno solo. El origen de las conductas agresivas casi siempre se centra en un conflicto que se quiere resolver por medio de un acto agresivo, la violencia trasciende al acto agresivo y a su objetivo de resolver un conflicto, incluso puede darse entre individuos que no se conocen ni tienen ninguna clase de problema, sino que se da por el solo hecho de disfrutar del dolor ajeno, como diversión; también se caracteriza por darse en desigualdad de condiciones, en donde el agresor es el dominante y está en mejor capacidad de atacar y aislar a la víctima, o como diríamos en criollo, el abusador se siente guapo y apoyado y se divierte causándole daño gratuito a su víctima.
       El acosador hace uso del poder para obtener respeto, popularidad y control sobre el grupo mostrándose así como el más fuerte, es casi siempre impulsivo, se revela ante las reglas, desafía a la autoridad, demuestra baja tolerancia y una actitud positiva hacia la violencia, no le importa el dolor del otro, crea conflictos donde no los hay, refuerza su poder con el apoyo obtenido del grupo gracias al poder y es presa fácil para la delincuencia, el uso de armas y el consumo de drogas.
       Estos individuos, en la mayoría de los casos, provienen de familias disfuncionales, entendiendo estas cómo las que están conformadas por padres separados, familiares abusivos, maltratadores y con vicios, grupos poco cohesionados, con castigos crueles e inconsistentes, padres permisivos y aduladores, o acosadores sexuales.
Cabría la pregunta: ¿Qué hacer entonces como docentes? en las bases filosóficas de la educación, el ideal de mentoría (Albanaes, S., & Marucia, 2015)[4], está presente el aspecto relacional recíproco, desde la antigüedad se manejaba el concepto del aprendizaje y la enseñanza gracias a una relación de mentoría de la cual los religiosos y pensadores de varias culturas hablaron teniendo como objetivo principal ser parte del crecimiento del espíritu y del alma del estudiante, una visión claramente clásica de la relación ideal entre maestro y discípulo en la educación de la virtud, pero también una visión que se ha venido perdiendo gracias a múltiples factores entre los que podrían mencionarse el ritmo vertiginoso al que se está sometido a diario, una sociedad cambiante que valora más lo material que lo espiritual, una generación con nuevos intereses distintos a los de sus generaciones predecesoras; sin embargo muy a pesar de esto, las voces, como en la antigüedad clásica, se escuchan alzadas haciendo un llamado de atención a volver a los rudimentos del afecto y el amor fraternal durante las diferentes etapas del proceso de enseñanza aprendizaje, pues es necesaria una escuela para aprender a vivir, a compartir y a comunicarse, si queremos una sociedad sana hemos de tener entonces una escuela sana, y el comienzo se encuentra en saber identificar con claridad los focos de bullying que pudieran presentarse sin minimizar su importancia.





[1] Trautmann, A. (Febrero de 2008). Maltrato entre pares o “bullying”. Una visión actual. Vol. 79, N| 1. En: Revista chilena de pediatría.
[2] Misle, Oscar; Fernando Pereira. (2010). Acoso Escolar: ¿Qué hacer? Ediciones El Papagayo, Caracas.
[3] Marin Gonzalez, Lenida. (2015). Ministerio Público. En: www.mp.gov.ve/web/guest/boletin Venezuela.
[4] Albanaes, Patricia; Frederico Marquez de S; Marucia Patta. (2015). Programas de tutoría y mentoría en universidades brasileñas: Un estudio bibliométrico. Dialnet, Revista de Psicología, Vol. 33 N° 1. Brasil.


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