Cap 1
—Carlo
Santoni, ¿Acepta usted a Vittoria Guiulliani como su legítima esposa?
—Acepto
— Respondió el novio en tono neutro.
—
Vittoria Guiulliani, ¿Acepta usted a Carlo Santoni como su legítimo esposo?
Vittoria
no podía controlar la emoción en su pecho.
—¡Sí!
¡Acepto! ¡Acepto, acepto casarme contigo! — Respondió con una mirada dulce
hacia su prometido que mantenía en su rostro una expresión que hacía creer que
tenía ganas de ir al baño.
—Entonces,
¡Lo que ha unido Dios, no lo puede separar el hombre! ¡Puede besar a la novia!
— EL sacerdote dijo con júbilo y Carlo se giró lentamente conteniendo la
respiración antes de acercarse a Vittoria, su novia de siempre, con la que su
familia planeó casarlo desde que eran unos chavales debido a las ventajas
económicas que suponía emparentarse con los Guiulliani, y más ahora, con la
fuerte recesión económica de Santoni Indrustries.
—¡Vivan
los novios! — Su suegro coreó entre gritos de alegría y lo siguieron los demás,
familiares y amigos uniéndose a la celebración de la unión, una que desde
siempre todos esperaban que se diera, solo estaban esperando a recibirse en la
universidad para cumplir con el siguiente paso, casarse.
Vittoria
estaba radiante de felicidad, no podía creer que al fin se cumplía su sueño de
ser la esposa de Carlo Santoni, el hombre que le había dado su primer beso, a
quien le había entregado su virginidad y a quien estaba destinada. No le cabía
duda. Una lágrima se escapaba de los ojos de la novia que no podía contener la
emoción de estar casada con el amor de su vida.
—¡Larga
vida a los novios! — Los invitados corearon al unísono en medio de los
aplausos.
—¡Muchas
felicidades!
—¡Que
Dios los bendiga con muchos hijos!
Las
personas les decían abrazándolos mientras ambos tomados del brazo caminaban
hacia la puerta de la iglesia con la marcha nupcial de fondo musical.
Al
llegar a la salida, una lluvia de arroz cayó sobre ellos en señal de bendición
y abundancia, pero de pronto, algo entró en uno de los hermosos ojos verdes de
la novia causándole una fuerte punzada que la hizo detenerse en seco y llevarse
la mano al rostro.
—¡Carlo!
Algo me ha entrado en ojo, no puedo ver… me duele mucho, ¿Puedes revisar? —
Pidió confiada en que su marido haría lo que fuera porque ella estuviera bien.
—Camina
Vittoria, de seguro no es nada, tal vez un arroz, vamos, no hagamos esperar a
la gente en la fiesta, ¡Sería de muy mal gusto! — Le dijo mientras alargaba la
mano y tiraba de ella metiéndola al auto sin prestar demasiada atención a la
molestia que sentía su esposa, para todos los novios la lluvia de arroz
simboliza suerte, éxito y bendicion, pero el presagio no pintaba en blanco para
Vittoria.
ya en
la fiesta, después de lanzar el ramo, el padre de Carlo, Angelo Santoni, quiso
hacer el brindis por los novios.
—Vittoria
¿Dónde diablos se ha metido Carlo? — Preguntó molesto.
—No
sé, dijo que iría a saludar a unos amigos, pero puedo ir por él si usted gusta
— Contestó la novia manteniendo la sonrrisa.
—¡Claro!
¡Ve por él!, voy a hacer el brindis y no está aquí, además, como esposa debes
saber dónde está tu marido en todo momento — Agregó al final incomodando a
Vittoria, nunca había sido necesario estar detrás de Carlo pisándole los
talones a cada paso, ella pensaba que la confianza era absolutamente necesaria
en una relación.
—Iré a
buscarlo de inmediato, mientras tanto, prepare su discurso — Le dijo con una
sonrisa, tragándose el mal comentario de su suegro y levantándose.
Los
zapatos la estaban matando, así que después de darle la vuelta a los jardines y
de preguntarle por él al setenta por ciento de los invitados a la celebración y
no hallarlo, pensó que mejor subía a su habitación para deshacerse de los
zapatos y ponerse algo cómodo mientras Carlo aparecía.
Seguro
que su marido estaba enganchado en alguna conversación interesante y no se
había dado cuenta de que ya era la hora del brindis.
Vittoria
subió las escaleras con las zapatillas en la mano, se detuvo en la parte de
arriba para masajearse un poco los pies y fue cuando escuchó...
Un
jadeo proveniente de la habitación contigua le llamo la atención, era la voz de
una mujer.
—¡Ah…!
¡Más cariño, dame más! — Exclamó con la voz entrecortada.
—¿Así?
—¡Oh!,
¡así, así! No te detengas… — Elevando la voz en una octava.
Vittoria
dejó caer las zapatillas al suelo de la impresión, no podía ser, seguramente
estaba escuchando mal, el cansancio y el estrés del evento le estaban jugando
una mala pasada, ¡Era imposible que estuviera escuchando eso!
—¡No!
¡Calma Vittoria, es solo el cansancio, no pueden ser ellos, ¡Es ilógico! ¡Él no
me haría eso jamás! Y ella tampoco.
Sin
embargo, no pudo dejarlo pasar y caminó como en automático hasta la puerta y
girando el picaporte empujó para abrir.
Su
cabeza no pudo procesar lo que estaba viendo, necesitó un par de segundos antes
de entender que Giorgia, su mejor amiga, estaba desnuda bajo su esposo mientras
este le hacía el amor de una forma casi animal, casi devorando el cuerpo
extasiado de la otra.
El
ruido de afuera se incrementó cuando alguien comenzó a llamar al novio para que
se acercara a la mesa familiar y la música cobraba más volumen, por lo que la
pareja adúltera no se dio cuenta de que Vittoria estaba ahí de pie junto a la
puerta sosteniéndose del borde para no dejarse caer de la impresión.
—¡Ah…!
¡Carlo! ¡No pares! ¡Quiero que me lo hagas como nunca! ¡Quiero saber que soy tu
dueña incluso hoy! — Casi gritaba aquella bandida mentirosa.
—¡Lo
eres! — Él respondió entre los jadeos y la excitación — ¡Tú eres mi dueña!
Vittoria
logró reaccionar, y antes de que se hubiera dado cuenta, ya las lágrimas
corrían a raudales por su rostro y estaba lanzando cosas sobre los dos.
—¡Traidores!
— Gritó — ¿Cómo pudieron? ¿Cómo pudieron hacerme esto? — Dijo furibunda.
—¡Vittoria!
— Exclamo Carlo lanzando a la otra mujer sobre la cama y cubriéndose con la
sábana — ¡Mi amor, no es lo que parece!
—Ah,
¿No? ¿Y entonces qué es? A ver, ¡Dime! Porque tengo rato viendo cómo se
revuelcan ustedes dos con muchas ganas justo en el día de nuestra boda, ¡Y en
mi propia cama!
—¡Te
juro que no es lo que parece!
—¡Ah!
¡Expresión tan trillada y estúpida! ¡Ni siquiera tienes la creatividad de
inventarte otra cosa!
—¡Si
es lo que parece Vittoria! — Esta vez fue Giorgia quien hablo, salió del lecho,
desnuda y pavoneándose con ese cuerpo escultural suyo, como mostrando todo lo
que tenía para ofrecer al adúltero de su marido — ¡Es tal cual lo viste!
—¿Qué
haces Giorgia? — él preguntó nervioso.
—Ella
debe saber la verdad, esto iba a suceder en cualquier momento, así que se lo
diré todo.
—¡No!
¡Espera!
—Somos
amantes Vittoria, los más deliciosos amantes desde hace años, solo que tú
estabas tan ciega y tan ilusionada con la idea de tu amor perfecto y tu boda
soñada que no pudiste verlo, pero la verdad es que nos amamos, ¡Eso nunca nos
lo podrás quitar! — Tomando aire para proseguir y deteniéndose frente a
Vittoria que seguía con la vista nublada por las lágrimas — Desde siempre has
sido tú en público, pero yo en privado, mientras tú eras la novia mojigata, yo
le daba lo que tú no, ¡Yo lo hice hombre!, yo le enseñé a amar… pero ahora que
lo sabes, ¡Yo saldré de las sombras!
—Pero
si hemos sido novios desde la secundaria Carlo, fuiste mi primer amor, me diste
mi primer beso… — Desviando la mirada hacia su esposo.
—¡Y
también fue al primero que te cogiste! Eso ya lo sabemos — Escupió Giorgia con
rabia.
—¿Por
qué…? ¿Por qué lo hicieron? — Vittoria estuvo a punto de desplomarse, sintió
como el suelo se hundía ante sus ojos y el sudor frío recorría su espalda —
¿Por qué seguiste adelante con esta boda si es evidente que la amas a ella? —
La expresión del rostro de Vittoria era de total desconcierto, sentía como si
le estuvieran abriendo el pecho sobre una mesa de cirugía en vivo, sin
anestesia, como si le extirparan el corazón.
—¿Sabes
lo que debes hacer? — Le preguntó mientras avanzaba de nuevo haciendo que
Vittoria comenzara a retroceder de espaldas a la escalera — Deberías irte ya,
quitarte ese ridículo vestidito de novia y lanzarlo a la basura, o mejor
quemarlo, total el circo aquí ya se acabó, ¡Anda y dile a todos que tu marido
te engañó! ¡Que no fuiste suficiente mujer para mantenerlo amarrado más de un
día!
Vittoria
movía la cabeza de lado a lado en señal de negación mientras continuaba
retrocediendo, cuando en un descuido, Giorgia la empujó escaleras abajo
haciendo que rodara y se golpeara fuertemente en la cabeza. Un hilillo de
sangre brotó de cráneo manchando la costosa alfombra persa que forraba los
escalones.
La
sangre pronto manchó el hermoso y blanco vestido de novia, dejando en él la
marca premonitoria de que esa unión estaba siendo sellada con dolor y sangre.
Cap 2
—¿Qué has hecho Giorgia? —
Carlo corrió a ver lo que había sucedido.
—No te hagas ahora el
santurrón Carlo, hemos hablado de esta posibilidad desde hace mucho, además,
fueron las circunstancias, nadie se imaginó que esta tonta nos iba a descubrir
justo hoy, ¡Así que ven y ayúdame!
—¡No!, no será creíble… es
mejor dar aviso, como si hubiera sido un accidente — Él dijo llevándose la mano
a la cabeza con angustia.
—Entonces vístete y déjame
lo demás a mí, yo me encargaré, soy buena actuando…
Luego de unos minutos,
Carlo bajó las escaleras pasando, por un lado, de su esposa, sin siquiera
atreverse a mirarla el muy cobarde, y se dirigió hacia la mesa familiar.
—¿En dónde estabas? Tu
mujer te ha estado buscando desde hacer rato — Su padre le increpó.
—No la he visto…
Y justo cuando iba a
inventar cualquier excusa, Giorgia salió de la casa dando gritos y anunciando
una calamidad.
—¡Auxilio! ¡Auxilio! Es
Vittoria, ¡Alguien que me ayude!
—¿Qué pasa Giogia? —
alguien preguntó.
—Se ha caído por las
escaleras, no me responde, ¡Temo lo peor!
—¡Yo soy médico! — Dijo uno
de los invitados corriendo hacia el lugar de los hechos, el galeno se agachó y
revisó los signos vitales — ¡Todavía respira!
La novia llegó al hospital
completamente sin sentido, con su vestido lleno de sangre, fue intervenida de
emergencia, pues, su pulso era peligrosamente bajo y al hacer un ecosonograma
para descartar lesiones, el médico determinó que estaba embarazada.
—Señor Carlo debo pedirle
que tome una decisión, su esposa está en estado de gravidez, ella tiene en este
momento unas siete semanas de gestación, y es extremadamente difícil ingresarla
en quirófano sin que el feto sufra daños irreversibles…
—¿Embarazada? ¿Vittoria
está embarazada? — Exclamó lleno de sorpresa.
En realidad, no la amaba,
nunca lo hizo, se había casado con ella por la presión, estaba a punto de
dejarla cuando la ruina económica de las empresas de su padre ameritó asegurar
un matrimonio que les diera el acceso a la fortuna de los Giuliani, pero nunca habría arriesgado la vida
de un hijo suyo, así que el asombro y el pesar en él fueron reales.
—Si…
—¿Pero ella lo sabía?
—Según su historial médico,
sí, ya había venido a dos controles prenatales.
—Entonces, haga lo que
tenga que hacer, doctor… — Respondió Carlo sintiendo una repentina oleada de
culpa.
—¿Cómo que estaba
embarazada? — El padre de Vittoria se llevó las manos a la cabeza — ¿Tú lo
sabías? — Interpeló a Carlo, el marido de su hija negó con la cabeza.
Giorgia tomo del brazo
Carlo y lo llevó fuera de las miradas de los demás.
—No te dejes ablandar por
lo que está pasando Carlo, esto es lo mejor que pudo haber sucedido, de hecho,
nos facilita mucho los planes…
—Pero era mi bebé Giorgia…
—Sí, no contábamos con eso,
¡pero piénsalo! Habría sido una molestia después de todo lo que hemos planeado…
— Carlo apenas asintió con la cabeza.
***
Cuando Vittoria despertó le
dolía todo el cuerpo, la cabeza estaba matándola y las múltiples contusiones
apenas la dejaban moverse. Abrió los ojos y necesitó de un par de minutos para
comprender donde estaba y lo que sucedía.
Un flash back cruzó por su
cabeza con las últimas imágenes que recordaba de la noche de su boda, se llevó
instintivamente las manos a su vientre rogando en su mente que no hubiera
sucedido lo peor.
Angustiada, se incorporó
pesadamente, pero no tuvo tiempo de atormentarse con los malos recuerdos porque
el médico entraba justo en ese momento.
—Buenos días, señora
Vittoria, ¿Cómo se siente?
—Mi bebé… dígame ¿Cómo está
mi bebé?
—Lamento mucho informarle
que el feto no lo logró…
—¿Qué? ¿Mi bebé murió?
El médico bajó la mirada
condescendiente.
—No podíamos salvarlo
después del fuerte golpe que usted sufrió en el vientre, además, hubo que
hacerle exámenes en el tomógrafo y… ya sabe cómo eso…
Vittoria se incorporó de
golpe nerviosamente y el galeno intentó tranquilizarla en medio de la
conmoción.
—Debe mantener la calma, no
le hace nada bien alterarse de esa forma…
—¿Cuánto tiempo llevo aquí?
—Casi una semana… la hemos
mantenido sedada porque cada vez que despierta y pregunta por su bebé la
reacción es tan fuerte que solo bajo sedación ha podido soportarlo.
Ella continuaba negando con
la cabeza.
—Dígame si va a ser
necesario sedarla de nuevo…
—No, no lo haga, necesito
drenar todo esto que siento, es como si mi pecho fuera a explotar, necesito
llorar… — ella dijo entre sollozos y el médico no pudo evitar condolerse de
ella, puso una mano sobre su hombro y la miró a los ojos.
—Tiene mucho por lo que
vivir Vittoria, y puede concebir más adelante a otro bebé, así que no se rinda,
no puede, usted es joven, puede reponerse rápidamente.
Ella asintió con la cabeza
mientras tomaba una enorme bocanada de aire.
—¿Puedo dejarla sola un
momento? Debo darle instrucciones a la enfermera sobre su tratamiento ahora que
despertó más tranquila…
—Claro doctor…
El médico salió, y ella
bajó de la cama todavía con la presión en el pecho por la pérdida.
Escuchó las voces de
Giorgia y de su marido venir desde el pasillo, Vittoria rememoró todo lo que
vio en su habitación, y como Carlo hacía suya a esa traidora, a quien ella
había considerado desde hacía mucho como su mejor amiga.
—¡Es hora Carlo, debemos
hacerlo, ya que no hay testigos!, fíjate que tenemos toda la semana en esto y
no hemos tenido la oportunidad de que ella esté sola y no haya nadie cerca —
Giorgia hablaba con urgencia.
Vittoria se quedó tras la
puerta escuchando la conversación.
—No podemos arriesgarnos a
que despierte y lo diga todo, me acusaría de intento de homicidio, y tú y tu
familia se quedarían sin poder poner las manos sobre su dinero.
—Pero es que…
—¡No vas a decirme ahora que tienes escrúpulos Carlo! ¡Tenemos meses planeando
esto, sabías lo que iba a ocurrir en la luna de miel, eso ya estaba planeado!
Simplemente, el destino ha querido darnos la ventaja de que esto sucediera de
este modo, ¿Qué mejor que ella muera en el hospital sin que tú te veas
involucrado?
Vittoria dio un paso hacia
atrás con una mano en su pecho. ¿En serio estos dos estaban planeando su
muerte? Ella negó con la cabeza todavía atolondrada.
—Si crees que no puedes
hacerlo tú, entonces lo haré yo, quédate en la puerta y yo entraré, sabes que
tengo conocimientos básicos de enfermería, no será difícil causarle un infarto,
y de la manera apropiada todo parecerá algo natural.
Vittoria reaccionó a esta
última declaración de Giorgia e inmediatamente trabó el pestillo de la puerta
para que ella no pudiera pasar, miró hacia todos lados y vio la puerta trasera
de la habitación que daba con el puesto de enfermeras.
Vittoria se arrancó las
agujas de los macro goteros, y caminó lo más rápido que su cuerpo le permitió
hacia fuera mientras Giorgia luchaba del otro lado por abrir la puerta.
—¡Oh mi Dios! Debo salir de
aquí, debo escapar, si llegan a verme…
Ella se detuvo frente a la
cama de una paciente totalmente entubada, vio que entre sus cosas había un
vestido de su talla y con remordimiento lo tomó y se lo puso dejando en su
lugar la bata clínica.
—Perdóname… espero que
puedas mejorarte — Le susurró mientras se vestía, no estaba contenta con lo que
hacía, pero era cuestión de vida o muerte.
Luego salió a hurtadillas
evadiendo a las personas por el pasillo, y a la primera oportunidad se hizo
también con unos zapatos.
Mientras tanto, Giorgia
recordó que podía entrarse a la habitación, por otro lado, dio la vuelta y vio
que estaba vacía.
—¡Ella se ha ido! ¡Carlo,
ella escapó, seguramente escuchó lo que estábamos hablando! — Giorgia dijo
revisando todo el lugar y quitándole el pestillo a la puerta.
—No lo creo, no había
reaccionado todavía, no pudo solo haber despertado para luego huir de esa
manera, su estado de salud no puede permitírselo.
—Se fue Carlo, ¡Se fue y
ahora va a acusarnos de todo! — Mirando en todas direcciones.
—Espera, preguntemos a
alguien si la han llevado a alguna parte…
En ese momento una
enfermera entró con una bandeja de acero y el tratamiento para la paciente.
La mujer se detuvo mirando
hacia todas partes.
—¿Dónde está la señora?
—Eso mismo queremos saber,
¿La han llevado a hacerle algún estudio?
—No, para nada, es hora de
su tratamiento, no habrán dejado que salga estando en su condición…
—¡Cómo se atreve! ¿No sabe
usted quiénes somos? — Exclamó Giorgia poniendo la responsabilidad sobre el
hospital — Son ustedes los que deben cuidar del paciente, entonces ¿Qué hacen
con todo el dinero que se les paga por su atención?
Mientras esto ocurría,
Vittoria aprovechaba para darse a la fuga, estaba adolorida, pero la herida que
tenía en su corazón no se comparaba en nada con su estado físico, en ese
momento hubiera podido atreverse a lo que fuera, ¡A cualquier reto físico con
tal de poner suficiente distancia entre ella y aquellos traidores!
De pronto se sintió
mareada, el aire le faltaba y el pecho parecía que le iba a explotar, continuó
trastabillando y golpeándose contra las paredes tratando de mantener el
equilibrio y la orientación, no era fácil, pero estaba decidida a hacerlo,
estuvo a punto de caer por las escaleras no quiso tomar el elevador porque
creyó que sería más peligroso, cualquiera podría verla, sabía que de eso
dependía su vida.
Divisó la enorme puerta de
vidrio de la salida y se sintió casi a salvo, pero cuando ya estaba cerca,
Carlo apareció seguido de Giorgia buscándola por todas partes. Vittoria se dio
la vuelta y se sentó de espaldas a ellos en las sillas de la salita de espera,
mezclándose entre la gente.
—No puede estar lejos —
Ella les escuchó decir — Es imposible que haya podido llegar hasta aquí,
además, está vestida solo con la bata quirúrgica, no puede salir a la calle,
así, no la dejarían salir del hospital en ese estado — Carlo reflexionó.
—No lo sé Carlo… ella ya lo
sabe todo, yo en su lugar…
—¿En su lugar? ¿A qué se
refiere? — El médico los alcanzó mientras buscaba acompañado de la enfermera,
un camillero y un guardia de seguridad del hospital.
—Decía que, en su lugar, no
me habría atrevido a salir así, supongo que está muy conmocionada por lo del
bebé… ya se enteró de eso, ¿No es verdad? — Giorgia Zanjó por lo sano.
—Sí, y pensé que estaría
bien, pero hay que buscarla, ¡No puede salir del hospital!
Cap 3
Vittoria esperó a que todos
quienes la buscaban se alejaran para levantarse y cruzar la puerta de salida,
sorprendentemente el hombre de seguridad no reparó en ella.
Vittoria aprovechó sus
cinco minutos de suerte y se alejó todo lo que pudo del hospital, mientras más
terreno pusiera de por medio sería mucho mejor, no sabía a donde ir, no podía
ir a su casa porque seguramente Carlo llegaría hasta allá para darle la noticia
a su padre de su desaparición.
Sin saber qué hacer por el
momento, se sentó en un parque, necesitaba organizar sus ideas, todavía se
sentía aturdida y era necesario idear un plan pronto, antes de que alguien
diera con ella. No supo cuando tiempo pasó, pero cuando sintió como las gotas
de lluvia comenzaban a caer sobre ella ya había comenzado a oscurecer.
Se levantó y comenzó a
caminar de nuevo sin rumbo fijo, pensando en que no tenía un lugar en donde
pasar la noche, tal vez si iba a un lugar público, a una terminal de autobuses
o algo así… Vittoria seguía perdida en sus pensamientos, llegó a una esquina y
en cuanto fue a cruzar la calle…
Lo último que escuchó fue
el sonido del derrape de las llantas del vehículo que vino a impactar contra
ella lanzándola lejos.
—¡Señorita, señorita! — La
voz profunda de un hombre la hizo regresar de vuelta — Señorita, ¿Está usted
bien?
—Yo… estoy muy adolorida…
—¿Cómo se llama?
Vittoria abrió la boca para
responder y luego volvió a cerrarla, no debería darle su verdadero nombre a un
completo desconocido que pudiera dar aviso a su marido.
—Soy… Beatrice…
—Beatrice, soy Francesco,
venga conmigo, la llevaré a un hospital…
—¡No!
—¡No, por favor! Se lo
ruego, ¡A un hospital no! — La mujer seguía rogando mientras Francesco
intentaba levantarla y continuaba insistiendo.
—Pero si apenas puede usted
caminar, ¡No puedo dejarla así en ese estado Beatrice!
—¡No! Usted no entiende, no
puedo volver al hospital…
—¿Volver?
—Solo sáqueme de aquí,
¡Déjeme en un hospedaje y ya con eso tomaré su deuda como saldada!
Francesco pensó que el
golpe le había afectado tanto que la hacía desvariar, de modo que no se
enfrascó en una diatriba con ella, y en vez de eso la levantó con cuidado y la
llevó hasta el auto.
—Déjeme ponerle el cinturón
de seguridad… — Francesco pasó sus brazos sobre ella y la aseguró con cuidado.
Después de poner su auto en
marcha sin dejar de mirarla de vez en cuando, trato de insistir en que ella
aceptara ser llevada a un hospital, pero la negativa permanecía de forma firme.
—Entonces al menos déjeme
que la lleve a un médico de confianza…
Ella titubeó por un instante.
—Solo si me promete que no
hará preguntas sobre mí, ni me pedirá mis documentos de identidad.
En otro momento de su vida,
Francesco habrá descartado de tajo semejante condición, ¿Quién es tan estúpido
como para llevar en su auto a una mujer herida que se niega a ser reconocida
con su identificación? Cualquiera pensaría de inmediato que es una prófuga de
la justicia.
Pero Francesco conocía por
experiencia que no siempre las personas que se ocultan son culpables de un
crimen, ¡Ah, si lo sabría él! Lo había aprendido con una lección bastante
dolorosa.
La miró de soslayo para ver
su reacción y continuó:
—Si le prometo que no
indagaré nada sobre usted, ¿Me dejará llevarla con un médico de confianza?
—Primero dígame algo…
—¿Qué?
—¿Usted es un asesino serial?
— Ella dijo con algo que Francesco interpreto como el intento de una sonrisa en
medio de su dolor.
Francesco se rio con
torpeza, increíblemente ella tenía sentido del humor aun estado en semejante
situación.
—No… je, je, no lo soy… soy
muy estúpido, de hecho, pero no un asesino serial, se lo aseguro.
—Entonces acepto que me
lleve con su médico — Vittoria accedió.
Francesco se desvió y tomó
el camino del consultorio privado del Doctor
Locantore, confiaba en él plenamente después de haberle salvado la vida cuando
descubrió que era víctima de envenenamiento… los fantasmas del pasado seguían
rondando y era difícil alejar todo lo que venía con ellos, como la amistad que
ahora tenía con Locantore.
Tomó
su móvil y marcó el número del Galeno.
—¿Locantore?...
sí, soy yo… ¿Estás en tu consultorio? ¿No?... tengo una situación…
Francesco
le explico a grandes rasgos lo que sucedía y el médico le dio instrucciones.
—Entonces
es mejor que la veas en un lugar neutro, comprendo, la llevaré a un hospedaje y
luego te daré la dirección si te parece… — Asintió automáticamente sin desviar
la mirada de la vía — ¡Perfecto! — Y dejó el móvil de regreso en su lugar.
—¿Pasa
algo? — La extraña chica preguntó.
—Sí…
como comprenderás él tiene una reputación profesional que cuidar y no puede
hacer consultas en su clínica sin el debido protocolo…
—Mis
datos personales…
—Exacto,
entonces nos veremos con él en otro lugar.
Ella
asintió, lo peor que podría pasar era que fuera un abusador, pero no tenía el
tipo de serlo, estaba muy bien vestido, reconocería el costoso corte de su
traje, lo elegante de su calzado y ese auto que costaba mucho más de lo que una
persona promedio podría llegar a ganar en el trabajo de más de media vida…
Además,
esa expresión triste y lo profundo de su mirada revelaba más de él que
cualquier otra cosa, era un hombre herido, solo eso, y tal vez hacía esto con
ella solo por caridad.
—Hemos
llegado — Francesco anunció — Este lugar es discreto y tienen muy buena
atención, así que podremos vernos con el Doctor aquí… — Terminó de decir
mientras parqueaba el auto debajo del edificio, en garaje el subterráneo.
Vittoria
caminaba con pesadez, pero logró llegar hasta la habitación del hotel en la que
el médico supuestamente la vería.
«
Solo espero no estar cometiendo el peor error de mi vida » se dijo para sus
adentros luego de que puso un pie en la habitación y cayó en la cuenta de que
estaba herida y en un hotel con un completo desconocido.
—Ponte
cómoda, lo llamaré ahora para que sepa dónde estamos.
Ella
apenas asintió y se dejó caer torpemente sobre la cama, sentía como cada fibra
de su cuerpo dolía con inclemencia.
—¡Ah…!
—¿Estás
bien?
—No…
estoy muy adolorida…
Francesco
se acercó a ella por segunda vez, la primera fue cuando la ayudó a levantarse y
la ayudó a acomodarse en el auto, pero ahora cuando lo hizo, Vittoria fue más
consciente del perfume que exhalaba, de lo perfecto de sus facciones y de lo
profundamente triste de su mirada. De hecho, le pareció que podría tocar su
dolor, era absolutamente palpable.
Francesco
acomodó la almohada tras su cabeza y la cercanía de sus rostros fue inevitable,
ella casi pudo respirar su aliento cuando él se detuvo frente a su rostro y
luego de un instante pestañeó para apartar algo de su cabeza, ella se preguntó
¿Qué?
De
pronto, ahí en ese corto, pero intenso cruce de miradas Vittoria comenzó a
temblar sin control, su cuerpo entro en una especie de espasmos que alertaron a
Francesco.
—¿Puedo
tocar tu frente? — Pregunto con cuidado, había visto suficientes picos febriles
en el pasado… cuando su hermano enfermó, e incluso consigo mismo…
Vittoria
asintió con la cabeza, los temblores no la dejaron proferir más que una
expresión:
—¡Tengo mucho frío! — mientras comenzaba a
retorcerse de tal manera que Francesco volvió a llamar a Locantore.
—Doctor, ¡Apresúrese, está entrando en shock!
—¿Está
temblando?
—¡Sí!
—Acuéstela
y ponga su cabeza sobre algo suave, observe si tiene objetos que puedan
lastimarla como cadenas, anillos, cinturones…
—No,
no parece tener nada de eso…
—Perfecto,
ya estoy parqueando el auto, en un par de minutos estoy con ustedes.
—Tengo
frío — Ella volvió a decir.
—Tiene la ropa mojada… si me permite quitarle
eso y cubrirla con la sabana… — Dijo él con cuidado, realmente era necesario
deshacerse del vestido empapado, pero Francesco no quería pecar de atrevido.
Ella
apenas asintió con la cabeza. El la ayudó a sacarse el vestido en medio de los
temblores cubriendo luego su cuerpo de inmediato con la sábana, era imposible
no admirar lo hermoso de su figura, esbelta y bien torneada, tenía un pequeño y
coqueto tatuaje en la espalda baja, Francesco no se detuvo en los detalles no
iba a ser imprudente.
Un
golpe en la puerta les anunció la llegada del Galeno.
—Doctor,
pase usted… es ella… — Dijo señalando hacia dentro.
Locantore
advirtió las ropas mojadas a un lado en una silla.
—¿Estuvo
bajo la lluvia?
—Sí,
cuando la golpee con el auto caminaba en medio de la calle.
—¿Entonces
parecía perdida o confundida?
—Mmm…
tal vez ambas…
—Señorita,
soy el Doctor Locantore, he venido para verla — le dijo mientras sacaba el
termómetro y tomaba su temperatura — ¿Hay algo que deba saber sobre su salud
para partir de ahí?
Vittoria
dudó por un segundo y miró a Francesco, este asintió con la mirada y ella
recordó que había prometido no hurgar en su vida personal.
—Estuve
hospitalizada la última semana, sufrí una caída por las escaleras y perdí a mi
bebé… luego… el golpe con el auto…
Francesco
sintió un golpe en el estómago, era como si la vida le estuviera dando una
oportunidad de reivindicarse, después de lo que había ocurrido con su esposa en
el pasado, ahora esta pobre chica pasaba por algo tan difícil que no podía
simplemente hacerse el desentendido.
—Haga
lo que sea necesario para atenderla Locantore, yo corro con los gastos.
—Si
Francesco, pero si necesita una intervención…
—Usted
ponga la suma.
—No
es eso Francesco, habría que moverla a la clínica y…
—Así
tenga que montar un quirófano en la mansión.
—Vamos
con calma, por ahora le haré exámenes de rutina, es probable que solo sea un
resfriado por la lluvia y las defensas bajas, necesitará mucho descanso, una
buena dieta y vitaminas si todos los valores son correctos, de no ser así,
pensaremos en el plan B.
La
palidez del rostro de la chica trajo a su mente una enorme culpa, no pudo
evitar pensar en que él había sido el culpable de que su esposa alguna vez
pasara por algo peor…
Cap 4
Francesco
sacudió la cabeza para apartar los malos pensamientos, era muy tormentoso
pensar en todo lo que sucedió entonces, ahora estaba obligado consigo mismo a
superarlo y a retomar su vida, aunque fuera casi imposible creer que había
alguna esperanza para él de ser feliz después de lo que hizo…
«
No hay segundas oportunidades para alguien como yo », solía decirse
mentalmente.
La
chica finalmente recibió medicación y se quedó profundamente dormida.
—Locantore,
¿Crees que ella pueda recuperarse sin necesidad de trasladarla?
—No
lo sé Francesco, no puedo asegurarlo, la veo muy agotada, y la fiebre puede ser
por alguna infección, la trataremos con antibióticos de amplio espectro, pero
se le deben administrar cuidadosamente, puedo decirle a una de mis enfermeras
que venga…
—Sí,
eso estaría bien, te lo agradezco mucho…
—¿De
dónde sacaste a esta chica Francesco?
—Te
juro que no la vi hasta que tuve que maniobrar para no partirle las piernas con
el auto.
—Bueno,
le administraremos tratamiento, pero tengo la sospecha de que va a complicarse,
no olvides que antes del accidente ella ya presentaba una situación de salud
delicada…
—¡Gracias
por todo!, estaremos en contacto…
Cuando
se quedaron solos, Francesco se sentó frente a la chica en el sillón y la
observó dormir.
Se
veía tan inocente y tan hermosa, como una flor lastimada que necesitaba cariño
y cuidados, ella había perdido un hijo, tal como él estuvo a punto de hacerlo
solo por su estupidez y su orgullo, era algo en común para ambos.
Entrada
la madrugada, cuando el efecto del tratamiento había pasado,
Vittoria comenzó a temblar de nuevo.
—Francesco…
por favor… — Ella lo llamó — Francesco…
El
hombre abrió los ojos pesadamente y tardó una fracción de segundo en darse
cuenta de lo que ocurría. Saltó de la silla y se acercó a ella rápidamente.
—¿Qué
pasa? ¿Es la fiebre otra vez?
La
chica asintió, y luego él advirtió que las sabanas estaban manchadas de sangre.
—Beatrice,
¡Estás sangrando…!
—¿Qué?
¡No! — Vittoria dirigió la mirada hacia abajo y vio como la mancha seguía
extendiéndose como si tuviera vida propia — ¡No, no, no!
Ella
comprendió de inmediato que debía ser trasladad a un centro asistencial.
—Lo
siento mucho… — Los hermosos y expresivos ojos de Francesco se posaron sobre
ella con expresión de disculpa ante su mirada llena de terror— Debo llevarte al
hospital, no puedo dejar a que te desangres.
Vittoria
tomó la mano de él con fuerza y lo miró a los ojos.
—¡Te
lo ruego… me lo prometiste! — Comenzaban a picarle los ojos.
—Y
lo cumpliré — Le aseguró — No te dejaré sola, ni tampoco dejaré que indaguen en
tus datos personales, eso déjamelo a mí, pero debemos irnos ya…
La
chica dudó, pero seguía perdiendo sangre, así que hizo amago de levantarse,
pero se dio cuenta de que estaba completamente desnuda debajo de la sabana y
sintió una oleada de calor en su cara cuando estuvo a punto de dejarla caer al
suelo.
—Yo…
no tengo ropa… — Balbuceó.
—Eh…
si, yo… — Él se sintió avergonzado, supuso que ella no recordaba que le había
pedido permiso para quitársela — Estaba muy mojada, no podía dejártela puesta,
pero resolveré eso pronto, solo sujeta las sabanas y te llevaré en brazos.
Vittoria
pensó que el color de sus mejillas competía con la mancha carmesí de las
sábanas blancas.
—Esto
es tan incómodo… perdón, estoy muy avergonzada… — Bajando la mirada.
La
expresión del rostro de ella causó un corto circuito a las neuronas del
empresario, levantó la mano lentamente hacia el rostro de ella y aunque su
razón le decía a gritos que debía detenerse, sus impulsos seguían moviendo su
mano hasta la mejilla pálida de Vittoria.
—No
tienes nada de que avergonzarte — Tocando suavemente su rostro con la punta de
los dedos — Es una cuestión de salud, ven, apóyate en mí.
Vittoria
rodeó el cuello de Francesco con los brazos mientras él la levantaba como si
fuera solo una niña, sus rostros estaban tan cerca que ella pudo advertir su
aroma profundamente masculino, mientras sus fuertes brazos la mantenían en alto
y sus manos apenas rozaban partes de su piel que la sabana no cubría.
—Carlo…
¿Por qué lo hiciste?
—¿Carlo?
—Te
amaba Carlo y me traicionaste… ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste quererme muerta? —
La joven estaba prendida en fiebre y hablaba sin sentido.
Francesco
bajó la mirada para ver como ella deliraba.
—Tranquila,
pronto estaremos en el hospital, creo que hay uno muy cerca…
—Sí,
eso es lo que temo… el hospital… — Fue lo último que ella dijo antes de
desvanecerse.
***
—¿Crees
que ella esté huyendo en verdad? ¿O solo está chiflada por el golpe en la
cabeza? — Giorgia comentó acariciando la espalda desnuda de Carlo.
—No
lo sé, pero creo que si quisiera habernos acusado ya lo habría hecho.
—Solo
ha pasado un día, pero como siempre yo ya hice mi tarea.
Carlo
se giró para mirarla.
—¿A
qué te refieres?
—Contacté
a la policía, por la mañana harán un operativo en el hospital.
—¿Y
si no está ahí?
—No
pudo simplemente desaparecer, además, lo solicité a nombre del esposo
angustiado por la desaparición de su esposa — Dijo con un toque de burla en la
voz.
—Por
eso es que te amo, ¡Porque siempre piensas en todo! — Dándose la vuelta sobre
ella y posando los labios sobre los suyos.
—Luego
me agradecerás cuando pongas tus manos sobre su fortuna, nunca olvides gracias
a quien la vas a disfrutar…
—La
vamos a disfrutar — Él la corrigió, aunque ella no estaba del todo segura de
que Carlo le fuera leal, por ahora era mejor mantener la careta de la mujer
enamorada, y ya luego las cosas darían punto solas.
***
—¿Nombre
de la paciente?
Francesco
dudó un momento y luego contestó:
—Beatrice
Romano…
El
médico apuntó en su folder mientras miraba de reojo a la paciente en brazos del
empresario.
—El
Doctor Locantore me dijo que era un caso especial… — Continuó mirando por
encima de sus gafas.
—Así
es doctor, aprecio mucho su discreción.
—Póngala
en la camilla y deme unos minutos para conocer su condición y hablaremos, señor
Romano.
Luego
de un momento el médico regresó y Francesco se levantó como un resorte de la
silla.
—La
paciente ya recobró la consciencia, padece una infección que debe ser tratada
de inmediato, a eso se debe la fiebre y la hemorragia, es imperante practicarle
un legrado para detener el sangrado, el proceso no es invasivo, pero es lo
mejor en su caso debido a la reciente pérdida y a que la infección puede
complicarse, lo demás no es importante, solo tiene algunas contusiones, pero no
es de cuidado.
—¿Y
ese procedimiento puede hacerlo aquí?
—En
cirugía, sí…
—Entonces
la dejo en sus manos doctor, haga lo que sea mejor para ella…. ¿Puedo verla?
—Que
sea rápido, van a prepararla para el procedimiento… Y consígale algo de
ropa…
Francesco
asintió con la cabeza y entró en la habitación.
—Gracias
por todo… — Ella musitó.
—Todo
estará bien — Pasando su mano por el cabello oscuro y abundante de la joven —
Estaré aquí cuando salgas.
Él
la vio desaparecer tras las frías puertas forradas en acero y se sintió
extrañamente vacío, era una sensación extraña, parecida a la que tuvo cuando
vio a su exesposa salir de la oficina el día que firmaron el divorcio.
Sacudió
la cabeza e hizo un par de llamadas a su asistente para que comprara ropa para
dama y todo lo que Beatrice necesitara, mientras tanto se sentó a esperar
noticias de su intervención.
Vittoria
escuchó al fondo un zumbido e intentó abrir los ojos, sentía que la cabeza le
iba a estallar y dolor en el bajo vientre era muy agudo.
Miró
hacia los lados y supo que estaba de regreso en el hospital, buscó a Francesco
y tal como él le había prometido, estaba recostado en un sillón junto a la
cama.
Parecía
más guapo, dormido de lo que ella hubiera notado antes, suspiró, y pensar que
ella nunca se dio la oportunidad de ver siquiera a otro hombre como una
oportunidad porque estaba convencida de que Carlo la amaba como a ninguna.
¡Qué
equivocada estaba!
Lo
observó dormir por un rato hasta que despertó. Francesco abrió los ojos
cargados de sueño para observar a Vittoria que lo miraba directamente.
—Buenos
días, ya despertaste, ¡Qué bueno! — Exclamó tomando un respiro —Anoche las
cosas estuvieron un poco preocupantes, pero el médico dice que evolucionas
rápidamente… ¿Necesitas que acomode tu almohada?
Él
se levantó y se acercó para dar palmaditas sobre la almohada y ajustarla mejor
en su cuello, la cercanía entre ambos despidió algunas chispas que Francesco se
obligó a disimular.
—Hay
ruido afuera…
—Ya
está, voy a ver qué sucede…
Cuando
se asomó al pasillo estaba repleto de policías, los uniformados iban y venían
de un lado a otro abriendo las puertas de las habitaciones y haciendo preguntas
a todos.
—Solo
es la policía, parece que buscan a alguien. Vitoria de inmediato se quedó de
piedra. Un frío recorrió su espalda y las náuseas la atacaron de pronto.
—¿Puedo
pedirte otro favor?
Él
la miró inclinando la cabeza ligeramente en señal de interrogación.
—¡Necesito
que me saques de aquí de inmediato! — Hablo con urgencia en un profundo ruego.
Él
negó instintivamente con la cabeza.
—No
puedo hacer eso Beatrice, estás muy delicada de salud, el procedimiento que te
han hecho requiere reposo, no deberías arriesgarte de esa manera… ¿A qué le
temes?
—¡Lo
prometiste! Sin preguntas.
—Lo
sé, ¡Pero comprende si te saco de aquí empeorarás!
—¡Y
si no lo haces, moriré!
Francesco
enmudeció. Definitivamente las cosas no pintaban bien para esta chica. Caminó
de regreso junto a la cama mientras afuera el ruido se incrementaba avisando
que los funcionarios estaban ya casi en la puerta.
—Dime
¿De qué otra manera puedo ayudarte? Otra que no implique sacarte de aquí
Beatrice…
Él
se acercó lo suficiente como para que ella justo en el momento en el que la
puerta se abrió y un policía entrara, lo envolviera con sus brazos y lo atrajera
hacia ella estampándole un beso.
El
policía solo vio a una pareja besándose y nada más en la habitación, por lo que
volvió a cerrar con prudencia.
Ella pudo haberlo soltado, y él pudo haberse apartado. Pero ninguno lo hizo.